Enfoques sobre el miedo
Aunque es una emoción fuerte, sentir miedo es algo natural, positivo e inherente. Su función originaria es alertarnos del peligro y las amenazas para asegurar la supervivencia, evolucionar y poder enfrentar distintos retos vitales.
Es más, la memoria de las situaciones de riesgo actúa como un antídoto de prevención en contextos similares. Cuando un individuo se ve amenazado siente angustia, inseguridad, temor, impotencia y desconfianza. Incluso se manifiesta físicamente: se acelera el pulso, se dilatan las pupilas y se suda frío. Esta artillería fisiológica prepara para la huida o la lucha, pero cuando el miedo no se puede controlar, asoma entonces el miedo patológico o enfermo.
La mayoría de los estudiosos establece dos tipos de miedo. Los endógenos o innatos, y los exógenos o adquiridos. Los primeros se heredan por especie, están inscritos en nuestros genes y se relacionan con el miedo a la oscuridad, a los fenómenos naturales, a la supervivencia y a la muerte.
Los segundos provienen del mundo exterior: desde los más comunes, como hablar en público y viajar en avión, hasta las fobias más irracionales, como la claustrofobia, la zoofobia entre otras –muchas veces estos miedos tienen que ver con trastornos emocionales, como depresión o falta de autoestima.
La central del miedo
¿qué sucede en el cerebro cuando no podemos controlar el miedo?
Mediante microscopios de alta resolución y tomografías computarizadas, pudieron observar que el miedo se genera en la amígdala cerebral, que cuando se activa produce la sensación miedosa. Las conclusiones son que el procesamiento del miedo es muy similar en todos los mamíferos.
También se indagó en la memoria y la razón por la que un mismo hecho traumático puede ser imborrable en unas personas y en otras no. Y después de entrenar ratones para que tuvieran miedo a ciertos estímulos y luego conseguir que no temieran estas situaciones, dedujo que existe una causa genética.
Desde el punto de vista biológico:
el miedo es un esquema adaptativo, y constituye un mecanismo de supervivencia y de defensa, surgido para permitir al individuo responder ante situaciones hostiles con rapidez y eficacia. En ese sentido, es normal y beneficioso para el individuo y para su especie.
Desde el punto de vista neurológico:
es una forma común de organización del cerebro primario de los seres vivos, y esencialmente consiste en la activación de la amígdala, situada en el lóbulo temporal.
Desde el punto de vista psicológico:
es un estado afectivo, emocional, necesario para la correcta adaptación del organismo al medio, que provoca angustia y ansiedad en la persona, ya que la persona puede sentir miedo sin que parezca existir un motivo claro.
Desde el punto de vista social y cultural:
el miedo puede formar parte del carácter de la persona o de la organización social. Se puede por tanto, aprender a temer objetos o contextos, y también se puede aprender a no temerlos, se relaciona de manera compleja con otros sentimientos (miedo al miedo, miedo al amor, miedo a la muerte, miedo al ridículo) y tiene estrecha relación con los distintos componentes de la cultura.
¿Qué es el miedo psicológico?
Al hablar sobre el miedo, nos estamos refiriendo a esa emoción que pretende mantenerte a salvo y vivo a través de provocar una serie de sensaciones de angustia, tensión y ansiedad que lleven a alejarte de aquello que resulta amenazante para tu supervivencia.
Lo que provoca el miedo en nosotros depende de la situación y de la personalidad de cada uno, es posible que el miedo lleve a limitarte e impedir que hagas algo que podrías hacer perfectamente, o por el contrario, puede llevarte a actuar impulsivamente sin pararte a pensar si internamente consideras que es la mejor opción que tienes.
Es una de nuestras emociones primarias, y aunque desagradable, en ocasiones es muy necesaria para no actuar arriesgadamente. Esa emoción es tremendamente útil, pero hay que distinguir entre dos tipos de miedo diferentes.
El miedo con un origen real y el que tiene un componente psicológico imaginario. La función primordial de esta emoción es mantenerte alejado de los peligros y asegurar tu supervivencia lo máximo posible.
Tenemos que reconocer que es muy eficaz en su tarea, resulta tan sumamente desagradable que puede llegar a paralizarnos en alguna tarea y que la evitemos por no enfrentarnos a nuestros temores. El problema no está en sentirlo, sino en tenerlo cuando no hay motivo real. Y es que los seres humanos solemos hacer eso, nos gusta pensar, y en ocasiones demasiado. Les damos mil y una vueltas a las situaciones que están a nuestro alrededor y llegamos a imaginarnos el peor de los escenarios posibles. Que no tiene porqué ser el más probable, y en muchas ocasiones, ni siquiera llegaría a ser tan perjudicial como nos lo imaginamos.
El miedo es útil en situaciones que podrían poner tu vida en peligro. Está lo genético de nuestra especie sentir temor como medida de protección. ¿porqué tenemos que sentir miedo? El problema está cuando usamos este recurso más de lo necesario, en ocasiones el miedo está desfasado en nuestra vida moderna.
No todos experimentamos el miedo desde el mismo patrón, y el cumulo de circunstancias al igual que los factores que influyan en determinados momentos de la vida son los ingredientes, que nos hacen probar el amargo sabor de esta experiencia, estas son algunas de las representaciones cotidianas que enmascaran nuestros miedos profundos.